Después de dar clase, apetece una cerveza mientras lanzas miradas al partido de Copa y peleas el libro que haya tocado ese día: Una autobiografía soterrada. De pie, en la barra, entre el trasiego de clientes habituales que se despiden con “hasta mañana”, pero es verdad, Sergio Pitol también parece auténtico. Un viejito que te habla al oído y te cuenta su vida, como si mi abuelo me contase que fue marinero y luego traductor y luego tantas cosas. Me termino la primera cerveza con dos tapas de cordero. Exquisito. Tiene gracia: uno de mis sitios preferidos en A Coruña es el bar “La puerta del sol”. Uno nunca deja de ser extranjero. Palpo las llaves en el bolsillo de mi chaqueta. Se ha puesto a llover entero. Creo que no debería pedir otra cerveza. El último capítulo me espera. Vamos, Sergio.
Sergio Pitol
